sábado, 11 de mayo de 2013






Una duda habitual muy repetida es qué hacer cuando tenemos una molestia: ¿la aliviará la aplicación de frío, o será mejor que la zona esté calentita, para que se relaje?. Veremos unos consejos rápidos, siempre matizables, pero que funcionarán en la mayoría de los casos, sobre cómo y cuándo aplicar correctamente frío o calor para aliviar una lesión.



¿Cuándo aplicar frío?


En general, con el frío lo que buscamos es calmar el dolor y reducir la inflamación de la zona. Sobre todo lo utilizaremos en lesiones agudas dolorosas, como golpes, esguinces, pequeñas roturas de fibras, para aliviar las articulaciones después de ejercicio intenso… (como vemos en los eventos deportivos, cuando el jugador sustituido se va al banquillo y se coloca unas enormes bolsas de hielo, ya sea en los tobillos o, sobre todo, en las rodillas, que son las articulaciones más castigadas por casi todos los deportes).


¿Cómo aplicar el frío?


En farmacias y ortopedias venden cold-packs, que son bolsas rellenas de un gel especial que podemos enfriar en nuestro congelador. Este gel se pone muy frío, pero no se congela, permitiendo que coloquemos la bolsa moldeándola a los relieves de la zona de aplicación. Si aplicamos cubitos de hielo, no vamos a conseguir que el frío alcance todas las partes de una articulación como la rodilla o los tobillos, por lo que un remedio casero alternativo a las bolsas de gel consiste sencillamente en emplear bolsas de guisantes congelados. Los guisantes se adaptarán mucho mejor a la superficie articular que una bolsa de cubitos de hielo, y son mucho más baratas que los cold-packs.

Las aplicaciones deben ser discontinuas. Esto quiere decir que no es bueno dejar la bolsa fría indefinidamente sobre la zona lesionada. Lo correcto es aplicar el hielo 5-10 minutos (máximo unos 15) y dejar un tiempo de descanso. Si queremos aplicar más frio, lo haremos después de este intervalo.
Esto es así porque el frío excesivo puede tener un efecto rebote: si dejamos prolongadamente el hielo sobre la articulación, se hará mas lenta la circulación de la sangre en ese área. Al retirar el frío, el cuerpo va a enviar de forma masiva sangre a esa zona para recuperar la temperatura normal lo antes posible. Si nuestro problema es que tenemos esa región dolorida y/o inflamada, el aporte elevado de sangre para volver a calentar una zona que hemos enfriado en exceso puede reavivar la inflamación y el dolor.
Precauciones

Todos lo sabemos, pero muchas veces se nos olvida: el frío quema. Podemos provocar lesiones si aplicamos el hielo o la bolsa congelada directamente sobre la piel. Por esto siempre es recomendable colocar una servilleta o un paño delgado que haga de aislante entre la bolsa de frío y la piel.

¿Cuándo aplicar calor?

Por norma general, el calor lo aplicaremos en dolencias más crónicas -es decir, que llevamos ya varios días, incluso semanas, padeciendo- y que no estén relacionadas con procesos inflamatorios. Esto quiere decir que, si hemos tenido una lesión hace varios días, pero todavía notamos la zona hinchada y/o caliente, tendremos que continuar aplicando frío.

Las dolencias que más agradecen la aplicación de calor suelen ser los dolores de cuello, espalda y otras lesiones musculares (contracturas…) y procesos crónicos como la artosis (si no cursa con inflamación de la zona).
¿Cómo aplicar el calor?

Podemos utilizar manta eléctrica, bolsas de agua caliente, bolsas especiales que venden en farmacias, ortopedias o tiendas naturistas, el agua de la bañera o de la ducha… Al igual que con el frío, las aplicaciones de calor también deben ser de duración limitada, y hacerse de forma intermitente. Lo razonable sería no exceder los 20-25 minutos de calor (manta eléctrica…). Después de esto, hacer un período breve de descanso, y volver a aplicar si se desea.

Esto es así porque el calor puede tener un excesivo efecto sedante, llegando incluso a bajar la presión -tensión- sanguínea, pudiendo provocar mareos y otros problemas relacionadas con la bajada de tensión.
Precauciones

Esto también lo sabemos, pero hay a quien se lo olvida: ¡el calor sí que quema!.  Algunos pacientes me han comentado que se han quedado dormidos con la manta eléctrica o bolsa caliente en la espalda y se han despertado con la zona irritada. Hay que tener mucho cuidado con que el calor no sea excesivo. Algunas personas parecen pensar que mientras más calor, más alivio, pero esto no es así. El calor debe notarse intenso, fuerte, pero nunca debe dejar de ser agradable, o provocar sensación de malestar mientras nos lo aplicamos.

Si la persona sufre otras patologías, como flebitis, artritis u otros procesos inflamatorios, la aplicación de calor puede empeorarlos, y por eso no se recomienda.